Vaya por donde que en las útlimas semanas hay un creciente debate sobre qué pasará y quién se presentará a las elecciones generales dentro del contexto crítico en el que se halla el estado español. Me hace mucha gracia ver a la gente gastar ríos de tinta y saliva debatiendo si Zapatero seguirá o no al frente de su desastrosa política económica. Porque no creo que haya debate: Zapatero no seguirá en La Moncloa el año que viene, su bajón de popularidad es tal que en el PSOE procurarán reparar el daño con la llegada de Rubalcaba, que en mi opinión tiene más carisma... o no, quién sabe. Porque ¿Quién es el iluso que tiene esperanzas de un cambio real en la política socialistas a estas alturas? Zapatero, Rubalcaba... Tonterías. Pongas a quién el problema no es el candidato, es el partido y si siguen en el poder lo seguirán haciendo igual. Guau. ¿Lo habéis visto? El poder de la lógica es aplastante.
De ahí que uno tome las declaraciones de Aguirre con cierta comprensión cuando proclama que las elecciones autonómicas del 22 de mayo no son sólo un referendum sobre Jose Luis Rodríguez Zapatero, son un referendum sobre el socialismo español. Porque la gente va a dar su opinión sobre quién debería seguir en el poder y para conseguir un voto todos sabemos que hay que hacer bien tu trabajo. Cuando veo a Tomás Gómez, Jaime Lissavetzky, Zapatero... noto una diferencia: Aguirre tiene algo distinto a todos los demás políticos. Y es que ella tiene una virtud primordial que todos los ciudadanos siempre piden en cualquier político: la sinceridad. Tan valorada pero a la vez tan bruta. Aunque moleste a sus rivales en la oposición o a sus mismos compañeros de partido. Aunque alguna vez diga algo que más tarde pueda considerarse inapropiado según para quién. Ver a Tomás Gómez aprobar la elección de Ruth Porta es un ejemplo de falso mensaje de cara a la galería, frío como un maniquí de tienda de ropa que envenena la verdadera belleza de la política. Ser una persona espontánea y sincera puede llevarte a tener problemas con los demás, pero a través de esas barreras es como uno alcanza sus metas: porque se puede herir a otros siendo sincero, pero no hay peor herida que el traicionarse a uno mismo. Y ahí reside el secreto del coraje de Aguirre...
...y la cobardía de sus rivales. A meditarlo.
De ahí que uno tome las declaraciones de Aguirre con cierta comprensión cuando proclama que las elecciones autonómicas del 22 de mayo no son sólo un referendum sobre Jose Luis Rodríguez Zapatero, son un referendum sobre el socialismo español. Porque la gente va a dar su opinión sobre quién debería seguir en el poder y para conseguir un voto todos sabemos que hay que hacer bien tu trabajo. Cuando veo a Tomás Gómez, Jaime Lissavetzky, Zapatero... noto una diferencia: Aguirre tiene algo distinto a todos los demás políticos. Y es que ella tiene una virtud primordial que todos los ciudadanos siempre piden en cualquier político: la sinceridad. Tan valorada pero a la vez tan bruta. Aunque moleste a sus rivales en la oposición o a sus mismos compañeros de partido. Aunque alguna vez diga algo que más tarde pueda considerarse inapropiado según para quién. Ver a Tomás Gómez aprobar la elección de Ruth Porta es un ejemplo de falso mensaje de cara a la galería, frío como un maniquí de tienda de ropa que envenena la verdadera belleza de la política. Ser una persona espontánea y sincera puede llevarte a tener problemas con los demás, pero a través de esas barreras es como uno alcanza sus metas: porque se puede herir a otros siendo sincero, pero no hay peor herida que el traicionarse a uno mismo. Y ahí reside el secreto del coraje de Aguirre...
...y la cobardía de sus rivales. A meditarlo.
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