Pocas cosas se pueden valorar más que la creatividad y el talento. Son dos virtudes que pueden medirse no por su tenencia sino por los resultados que se obtienen de dichos talentos. Y ya se sabe, el hambre agudiza el ingenio: ahora resulta que algunas personas han tenido la idea de trabajar por su cuenta como gorrillas de aeropuerto, ayudando a los pasajeros a cargar con su equipaje y ayudándoles a llegar al mostrador o salida que estén buscando. Porque además no es una actividad reñida con el humor o la originalidad, como un marfileño llamado Patrick que además de ayudarte con tu equipaje te ameniza el paseo con una canción cantada en acapella. Los hay que incluso llevan un portátil y ofrecen conexión gratuita a internet para que el pasajero pueda consultar su correo o realizar alguna gestión. Todo a cambio de una propina.
A unos le puede gustar o no este tipo de actividades, pero a mí lo que me importa es la constatación de que estos comportamientos no son más que el reflejo de una sociedad quebrada cuya subsistencia pasa por el ingenio, ya que los canales tradicionales de empleo están muriendo a manos de una política económica desastrosa por parte del gobierno. Sí, ya sé lo que estará pensando el que me esté leyendo: "Éste es un derechista que sólo quiere ver lo que quiere ver". ¿En serio? Le voy a pedir al lector que saque la cabeza por la ventana o que se dé un paseo por las calles de su país. Y cuando se canse de ver a gente pidiendo limosna creo que captará el mensaje.
Aquí estoy hablando de sentido común, de ver con nuestros propios ojos que el país acaba de tropezar en medio de las escaleras y empezado a caer. Y cada escalón duele más que el anterior. A mí lo que me interesa es que consigamos detener la caída de una vez para poder levantarnos y volver a empezar, y esta vez hacer las cosas bien. La visita de Merkel estos días me ha dado un poco de esperanza: alguien con cabeza ha visitado a nuestro presidente culé y seguramente le ha dado un par de consejos, como por ejemplo gastar menos de lo que ingresa y cambiar la política salarial para que los sueldos no estén vinculados a la inflación sino a la productividad para así ganar en competitividad, que es el mayor problema de la nuestra economía. Por el bien de España, confiemos en que el Gobierno no tarde en reaccionar otros tres años.
Yo estoy de acuerdo en que la cosa va muy mal y que hay que cambiar algo para que este país funcione. Pero tengo mis dudas que la solución sea unir los salarios a la productividad, conociendo como conozco a algún que otro empresario dudo mucho que estos declaren beneficios para aumentarte el sueldo, más bien todo lo contrario, con lo que tendrían mayor facilidad para declarar un ERE y ajustar plantilla para que el obrero realize el trabajo de 2 ó mas empleados
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